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martes, 22 de julio de 2014

Moraleja de la Boleta de calificaciones

Muchas cosas que circulan en la red son creadas para motivar o hacer reflexionar al lector, y este es el caso de este texto que ha llegado a mis manos. Sin embargo, sirve muy bien para ilustrar la poca o nula atención que les otorgamos a nuestros hijos hoy en día. El texto dice así:

Era miércoles, 8:00 a.m., llegué puntual a la escuela de mi hijo -“No olviden venir a la reunión de mañana, es obligatoria - fue lo que la maestra me había dicho un día antes.

-“¡Pues qué piensa esta maestra! ¿Cree que podemos disponer fácilmente del tiempo a la hora que ella diga? Si supiera lo importante que era la reunión que tenía a las 8:30.

De ella dependía un buen negocio y... ¡tuve que cancelarla!



Ahí estábamos todos, papás y mamás. La maestra empezó puntual, agradeció nuestra presencia y empezó a hablar. No recuerdo qué dijo, mi mente divagaba pensando cómo resolver ese negocio tan importante, ya me imaginaba comprando esa nueva televisión con el dinero que recibiría.

¡Juan Rodríguez!” -escuché a lo lejos -“¿No está el papá de Juan Rodríguez?” - Dijo la maestra.
 “Sí aquí estoy”- contesté pasando al frente a recibir la boleta de mi hijo.

Regresé a mi lugar y me dispuse a verla. -“¿Para esto vine? ¿Qué es esto?” La boleta estaba llena de seises y sietes. Guardé las calificaciones inmediatamente, escondiéndola para que ninguna persona viera las porquerías de calificaciones que había obtenido mi hijo.

De regreso a casa aumentó más mi coraje a la vez que pensaba:

“Pero ¡si le doy todo! ¡Nada le falta! ¡Ahora sí le va a ir muy mal!” Llegue, entré a la casa, azoté la puerta y grité: - “¡Ven acá Juan!” Juan estaba en el patio y corrió a abrazarme. - “¡Papá!” - “¡Qué papá ni que nada!” Lo retiré de mí, me quité el cinturón y no sé cuántos azotes le di al mismo tiempo que decía lo que pensaba de él. “¡¡¡¡ Y te me vas a tu cuarto!!!” - Terminé.

Juan se fue llorando, su cara estaba roja y su boca temblaba.

Mi esposa no dijo nada, sólo movió la cabeza negativamente y se metió a la cocina.

Cuando me fui a acostar, ya más tranquilo, mi esposa se acercó y entregándome la boleta de calificaciones de Juan, que estaba dentro de mi saco, me dijo:

-“Léele despacio y después toma una decisión...”. Al leerla, vi que decía: BOLETA DE CALIFICACIONES Calificando a papá:

Por el tiempo que tu papá te dedica a conversar contigo antes de dormir: 6
Por el tiempo que tu papá te dedica para jugar contigo: 6
Por el tiempo que tu papá te dedica para ayudarte en tus tareas: 6
Por el tiempo que tu papá te dedica saliendo de paseo con la familia: 7
Por el tiempo que tu papá te dedica en contarte un cuento antes de dormir:  6
Por el tiempo que tu papá te dedica en abrazarte y besarte: 6
Por el tiempo que tu papá te dedica para ver la televisión contigo: 7
Por el tiempo que tu papá te dedica para escuchar tus dudas o problemas: 6
Por el tiempo que tu papá te dedica para enseñarte cosas: 7

Calificación promedio: 6.22

Los hijos habían calificado a sus papás. El mío me había puesto seis y sietes (sinceramente creo que me merecía cincos o menos) Me levanté y corrí a la recamará de mi hijo, lo abracé y lloré. Me hubiera gustado poder regresar el tiempo... pero eso era imposible. Juanito abrió sus ojos, aún estaban hinchados por las lágrimas, me sonrió, me abrazó y me dijo: -“¡Te quiero papito"! Cerró sus ojos y se durmió.

¡Despertemos papás! Aprendamos a darle el valor adecuado aquello que es importante en la relación con nuestros hijos, ya que en gran parte, de ella depende el triunfo o fracaso en sus vidas.

¿Te has puesto a pensar que calificaciones te darían hoy tus hijos? Esmérate por sacar buenas calificaciones...

Moraleja:
De este tipo de textos obtenemos varias conclusiones:
Padres que no dedican el tiempo suficiente y necesario para saber lo que sucede en el desempeño académico de sus hijos, y ayudarlos si lo requiriesen.
Padres que reaccionan de manera irracional utilizando la violencia como solución al supuesto comportamiento de sus hijos, en vez de averiguar primero qué sucede y buscar soluciones de manera conjunta.
Madres que no interceden ante el marido violento y prefieren ser parte del problema y no de la solución, al callar.

Este tipo de crianza va en contra de la salud biológica y mental del niño y es un ejemplo de violencia intrafamiliar. Un padre que acostumbra llorar y pedir perdón después de someter al hijo a golpes es prueba de inestabilidad emocional. ¿Cuánto tiempo pasará antes de que vuelva a tener otra explosión de ira como la que mostró? Nadie lo sabe y la familia seguirá callando y pensando que la actitud del padre de familia de esta historia es “normal” en todas las familias.


No repitamos estos desagradables y peligrosos patrones de comportamiento con nuestros hijos, con nuestra familia, con nadie en general. La comunicación entre todos los miembros de una familia es vital. Ante todo debe prevalecer el amor.

domingo, 20 de julio de 2014

Carta de una madre a su hija

Cuando se es joven, con frecuencia nos aburrimos de la charla de los viejos, de sus manías, de ese volver a repetir las mismas historias una y otra vez, quejarse de sus achaques. Sin embargo, conforme vamos madurando, nos damos cuenta que quizá mañana, nosotros también repetiremos la misma historia aunque pensemos en que no va a ser así. La piel se arruga, las extremidades pierden fuerzas y los recuerdos se agolpan en nuestra memoria y tenemos la necesidad de contárselo a alguien, aunque ya no recordemos si ya lo habíamos hecho. Por ello, me pareció importante recordar a los jóvenes la importancia de dedicarles unas horas diarias a nuestros padres, a través de esta carta que una madre escribió a su hija.

Mi querida hija, el día que me veas vieja te pido..., por favor, que tengas paciencia, pero sobre todo trata de entenderme.
Si cuando hablamos repito lo mismo mil veces, no me interrumpas para decirme “eso ya me lo contaste” solamente escúchame por favor. Y recordar los tiempos en que eras niña y yo te leía la misma historia, noche tras noche hasta que te quedabas dormida.
Cuando no me quiera bañar no me regañes y, por favor, no trates de avergonzarme, solamente recuerda las veces que yo tuve que perseguirte con miles de excusas para que te bañaras cuando eras niña.
Cuando veas mi ignorancia ante la nueva tecnología, dame el tiempo necesario para aprender, y por favor no hagas esos ojos ni esas caras de desesperada. Recuerda mi querida, que yo te enseñé a hacer muchas cosas como comer apropiadamente, vestirte y peinarte por ti misma y como confrontar y lidiar con la vida.
El día que notes que me estoy volviendo vieja, por favor, ten paciencia conmigo y, sobre todo, trata de entenderme.
Si ocasionalmente pierdo la memoria o el hilo de la conversación, dame el tiempo necesario para recordar y, si no puedo, no te pongas nerviosa, impaciente o arrogante. Solamente ten presente en tu corazón que lo más importante para mí es estar contigo y que me escuches.
Y cuando mis cansadas y viejas piernas no me dejen caminar como antes, dame tu mano de la misma manera que yo te las ofrecí cuando diste tus primero pasos.
Cuando estos días vengan, no te debes sentir triste o incompetente de verme así, sólo te pido que estés conmigo, que trates de entenderme y ayudarme mientras llego al final de mi vida con amor. Y con gran cariño por el regalo de tiempo y vida que tuvimos la dicha de compartir juntas, te lo agradeceré.
Con una enorme sonrisa y con el inmenso amor que siempre te he tenido, sólo quiero decirte que te amo, mi querida hija...


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