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sábado, 3 de septiembre de 2011

Un toque irónico y con humor del mundo del cómic

Estas ilustraciones fueron hechas por el artista Glennz. Se pueden observar muchas cosas bastante absurdas como aliens de una tecnología supuestamente avanzada haciendo círculos en los cultivos con una podadora, una mano de garfio utilzando un iPhone, los corredores llevan tijeras en las manos para cortar el aire, una nave espacial tomando impulso gracias al gas de un refresco de soda y muchas otras entretenidas ilustraciones. Disfrutenlas.
 

lunes, 29 de agosto de 2011

Los diez más grandes mitos sobre el antiguo Egipto

La página web Listverse nos ofrece una explicación sobre algunos de los mitos más conocidos sobre la historia del Antiguo Egipto.
La cultura del antiguo Egipto está envuelta en un aura de misterio e intriga, cultivada por continuar los descubrimientos arqueológicos. Por desgracia, el sentido de temor que prevalece en el antiguo Egipto también ha producido un sinnúmero de mitos. Esta lista muestra los mitos más comunes sobre el Antiguo Egipto.

10 Cleopatra era hermosa
Cleopatra VII, el último faraón del antiguo Egipto, ha sido siempre una figura cultural conocida por su belleza seductora. Esta idea ha sido perpetuada por todo el mundo, desde Shakespeare hasta el director de cine Joseph L. Mankiewicz. Sin embargo, las monedas romanas muestran a una Cleopatra con características masculinas: una nariz grande, sobresale la barbilla y los labios finos - No es el arquetipo del buen aspecto de ninguna cultura. Por otro lado, que no carecía de inteligencia. Las fuentes contemporáneas muestran a una Cleopatra carismática e inteligente en lugar de poseer belleza física.

9 Obsesionados con la muerte
Leer acerca de los antiguos egipcios con sus pirámides, momias y dioses imponentes, es fácil llegar a la conclusión de que estaban preocupados con la muerte. De hecho, nada podría estar más lejos de la verdad. La gran labor que los egipcios se tomaron al enterrar a sus muertos era en realidad una forma de glorificar la vida. Por ejemplo, muchas de las ilustraciones que adornan el interior de las tumbas son celebraciones de la agricultura, la caza y la pesca. Además, los adornos caros enterrados con los egipcios les ayudaron a llegar a la otra vida, donde continuaron su trabajo actual sin ningún tipo de dificultades. La momificación era una forma de mantener el cuerpo natural, listo para esta forma idealizada de la vida cotidiana. Es evidente que los egipcios estaban obsesionados con la vida, no la muerte.

8 Aliens
Por desgracia hay algunos que creen que los egipcios estaban en contacto con los extraterrestres. Alegan que las pirámides son logros sobrehumanos y que algunos murales en realidad representan a los extraterrestres. Esto es simplemente un insulto a la herencia de los antiguos egipcios. Mientras que la Gran Pirámide de Giza es matemáticamente asombrosa, su construcción no fue más allá de los ingeniosos astrónomos, académicos y arquitectos de la época. Y mientras que la Gran Pirámide se presentó como la estructura más alta desde hace casi 4000 años, eso no significa que los egipcios fueran amigos de los aliens, sino que sólo significa que ninguna cultura rivalizaba con los egipcios en la construcción de monumentos hasta el siglo 19. En cuanto a los murales, la imagen de arriba habla por sí misma.

7 Totalmente descubierto
Muchos creen que hemos descubierto todo lo que existe sobre el antiguo Egipto y que la egiptología es un tema muerto y enterrado. Esto es simplemente incorrecto. Fascinantes descubrimientos todavía se están haciendo todos los días sobre el Antiguo Egipto, y arroja nueva luz sobre su civilización. Por ejemplo, un "barco solar" está siendo extraído de la Gran Pirámide. Se presume que esta embarcación solar permitiría a los faraones muertos ayudar al dios sol Ra en su eterna batalla con Apep, demonio de las tinieblas. Todas las noches, Ra navega su barco solar en combate con Apep y al amanecer emerge triunfante y cruza el cielo.

6 Jeroglíficos
La gente parece asumir que los antiguos egipcios inventaron los jeroglíficos. Sin embargo, los jeroglíficos primitivos fueron llevados probablemente a Egipto por los invasores de Asia occidental. Otro mito alimentado por las imágenes de serpientes y piernas sin cuerpo, es que los jeroglíficos eran una lengua de maldiciones y encantamientos mágicos. En realidad, la mayoría de las veces los jeroglíficos se utilizaron para inscripciones inocuas o representaciones históricas. Las maldiciones son raramente encontradas en las tumbas y la mayoría de las descubiertas han sido impotentes: "Sus años podrán ser disminuidos", "No tendrá ningún heredero". Curiosamente, hasta la Piedra de Rosetta fue descubierta en 1798 y traducido más adelante, la mayoría de los académicos cree que los jeroglíficos eran ilustraciones, no sonidos fonéticos que formen un alfabeto.

5 Decoración de la Pirámide
Los jeroglíficos cubren el interior de muchas tumbas del Antiguo Egipto y palacios. Pero, contrariamente al mito, las pirámides están relativamente sin decorar. De hecho, hasta hace poco las pirámides de Giza se pensaba que estaban completamente desnudas en el interior. Esta suposición se hizo añicos cuando fueron encontrados jeroglíficos detrás de una puerta secreta en la Gran Pirámide hace unos meses. Además, las pirámides no eran de piedra caliza sin color hace 4000 años: algunas secciones, como pilares interiores, estaban pintadas de rojo o blanco. Esta pintura de base y la escritura oculta deja a las pirámides muy austeras, es la arquitectura que cimentos las pirámides como los edificios de piedra más antiguos y populares en el mundo.

4 Servidores del  Faraón asesinados
Cuando los faraones murieron, sus funcionarios no fueron asesinados y enterrados con ellos como se cree popularmente, salvo muy pocas excepciones. Dos faraones de la dinastía de Egipto, se sabe que han tenido a sus servidores enterrados con ellos. La tendencia humana a generalizar ha llevado al mito de que se trataba de una ocurrencia común entre todos los otros 300 faraones aproximadamente. Los faraones más tarde probablemente se dieron cuenta de que sus funcionarios de confianza eran más útiles vivos que muertos, por lo que se les enterró con 'shabtis' en su lugar. Estos eran figuras que podrían ser animados a ayudar a los faraones en el más allá.

3 Los esclavos construyeron las pirámides
La idea de que los esclavos construyeron las pirámides de Egipto ha estado circulando desde el historiador griego Herodoto quien lo informó en el siglo quinto a. C. Se confirmó como falsa cuando las tumbas que contienen los restos de los constructores de las pirámides fueron encontradas junto a las pirámides de Giza. Ser enterrados al lado de los divinos faraones sería el mayor honor, nunca  concedido a los esclavos. Además, un gran número de huesos de vacuno excavado en Giza muestran que la carne de res, un manjar en el antiguo Egipto, era un alimento básico de los constructores. Los constructores de las pirámides eran, evidentemente, los artesanos egipcios altamente cualificados y no esclavos como Hollywood o tal vez la Biblia hace que la gente piense.

2 La esclavitud de los israelitas
Esto es consecuencia del último mito y es obviamente un asunto delicado. Desafortunadamente para aquellos que siguen la Biblia como un relato literal de la historia, no hay evidencia que sugiera que los israelitas eran esclavos en el antiguo Egipto. Sabemos mucho acerca de los antiguos egipcios a partir de sus registros a fondo, sin embargo, nunca mencionaron mantener una raza de esclavos, nunca mencionaron las diez plagas, y no hay información arqueológica que muestre millones de hebreos que habitaran en Egipto o en el desierto. Además, el escape de millones de esclavos habría destruido la economía egipcia, sin embargo, estaba en pleno apogeo durante el segundo milenio a. C., cuando el éxodo supuestamente ocurrió.

1 La maldición de los faraones
La "maldición" que cayó sobre los que abrieron la tumba del faraón Tutankamón fue un triunfo de la exageración de los medios y la susceptibilidad del público. El mito es que la maldición de Tutankamón mató al por patrocinador, Lord Carnarvon y otros miembros de la expedición. Aunque algunos han arribado llegado con teorías de hongos peligrosos y gases acumulados dentro de la tumba, la muerte no necesita una explicación especial. Sólo 8 de los 58 presentes en el descubrimiento de la tumba murieron en una docena de años. Carte el líder de la expedición, el objetivo más obvio de una maldición, vivió durante 16 años. Las otras coincidencias son un caso del sesgo de confirmación: cualquier desgracia que afectara a nadie en la expedición fue atribuida a la maldición de los faraones. La maldición es un excelente ejemplo del impulso de la gente a creer una historia emocionante en lugar de los hechos.

domingo, 28 de agosto de 2011

UNAS PÁGINAS DEL DIARIO SECRETO DE JUAN PABLO I correspondientes al día 2 de septiembre de 1978

¿Juan Pablo I fue asesinado?
El día anterior, Su Santidad había despachado asuntos importantes con la colaboración del Cardenal Prionio; asuntos la mayor parte, relacionados con los problemas que planteaba la Compañía de Jesús (jesuítas), tema éste en el que Eduardo Pironio estaba documentadísimo. El 25, Albino Luciani acusaba la fatiga y el cansancio vividos el día anterior. Pese a ello despachó por la mañana con dos congregaciones (con la de los obispos, aceptando la renuncia del prelado español Antonio Añoveros, obispo de Bilbao), recibiendo posteriormente la visita del arzobispo de Caracas, cardenal Humberto Quintero. En su ronda habitual de trabajo con los dicasterios recibió al prefecto y el secretario de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos...

La mañana discurría plácidamente, en medio de tan intenso trabajo de gobierno, cuando Diego Lorenzi entró radiante en el estudio donde Juan Pablo I despedía ya al cardenal brasileño, Agnelo Rossi, prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos; Lorenzi, exclamó:
«-¡Han liberado a Luca, santidad! Y la madre dice que es por su intervención del domingo. Una banda de secuestradores que retenía desde hacía tres meses al pobre chiquillo Luca Locci se conmovió, al parecer, con la alocución pronunciada por Juan Pablo I durante el ángelus.
Ahora tendremos ocasión de comprobar, tal como ha quedado dicho en el apartado anterior, la presencia en el Diario del papa Luciani de la mayoría (por no decir todos) de nombres de personajes y entidades que citábamos en el referido apartado. (Nota del autor)
El papa estaba convencido de que habían sido las madres o las hermanas de los secuestradores quienes al oír sus palabras por radio habían incitado a aquellos a realizar tal gesto humanitario.

Después hizo acto de presencia monseñor Giuseppe Caprio para comunicar al pontífice las últimas impresiones sobre los problemas financieros, cuando a la media hora volvió a entrar don Lorenzi, pálido, demudado, para anunciar:
«-Santo padre, algo terrible. Acaba de llamarme por el teléfono reservado que dimos a nuestro amigo secreto de Venecia, Aldo Manucio, el hijo del impresor, para decirme que acaban de encontrar a su padre ahogado en el canal de los Apóstoles, con un montón de cascotes en los bolsillos del traje.
Quedé aplastado por la noticia. Expliqué al «sostituto» que Aldo júnior, muchacho vivísimo de catorce años, exacto a su padre, se había entregado a la Iglesia junto a él, había recibido con él mi instrucción religiosa y la comunión, y ya nos había servido de enlace varias veces.
Dije a don Lorenzi que le trajese inmediatamente a Roma, para tenerle cerca y en lugar seguro; y me contestó que ya venía para acá, pero que le había adelantado por teléfono el último mensaje de su padre: «Estoy acosado. Que sepa el jefe que corre tanto peligro como yo. Están desesperados y van a atacar esta misma semana».
Pobre Aldo, que ha muerto por mí, mártir de mi amistad y de la Iglesia, porque el plan no es contra el pobre papa sino contra la Iglesia. No hay mayor amor que dar la vida por el amigo. Llegó el muchacho al anochecer y se le ha preparado alojamiento vigilado aquí mismo en el Colegio Etiópico.
Llamamos inmediatamente al cardenal Villot que, apenas informado, procede con su fría eficacia habitual.
Michelle Sindona Banquero de la "Cosa Nostra"
 Antes de acabar la mañana estaba detenido «el Minutante», y los servicios secretos italianos capturaron también a sus dos contactos en Roma; un agente siciliano de comercio exterior y un abogado joven de Venecia que dirigía un próspero bufete de asesoramiento, que como supimos esta misma tarde mantenía conexión con varios afiliados a la logia Propaganda Due (P2) y con varios agregados comerciales del Este, como los de Polonia y Bulgaria. Se descubrieron también extrañas relaciones comerciales del primer contacto con una empresa de servicios e instalaciones que tenía varias contratas en la Ciudad del Vaticano, que fueron rescindidas fulminantemente tanto más que a esa empresa pertenecían los obreros que habían penetrado y robado hace poco en el apartamento de Pablo VI. 
Cuando los servicios secretos trataron de localizar en Venecia al personaje a quien Aldo Manucio llamaba siempre «el Coordinador», resultó que acababa de salir a mediodía de hoy, precisamente, hacia Suiza. No sé si se logrará averiguar mucho más en los interrogatorios en curso, pero en todo caso la pequeña conjura contra mí que se había montado en Roma queda desarticulada. Lucrecia de Borja no volverá al pasadizo de Santo Angelo.

Mientras íbamos recibiendo estas noticias, monseñor Caprio resumía con su claridad característica la situación de nuestra crisis financiera, y llegábamos a la conclusión de que todo estaba a punto de reventar...
Monseñor Caprio me resumía el informe final sobre las actividades del IOR recién completado por mi gabinete de crisis, coordinado por el propio «sostituto», y con la intervención preferente de los cardenales Felice y Benelli. Por fin Estados Unidos había concedido a Italia la extradición de Michele Sindona, banquero de la mafia y socio del IOR por la imprudencia especulativa de Spada,
Paul Marzinkus "el banquero de Dios"

Mennini y Marzinkus. Estaban llegando a una clara convergencia acusatoria contra este trío del Vaticano el informe encargado por el servicio de vigilancia fiscal del abogado Ambrosoli, en combinación con la policía de Palermo; los informes del banco de Italia que se centraban en la investigación de las actividades del Banco Ambrosiano de Milán, dirigido por Roberto Calvi, a quien también había elegido el IOR como socio después de la quiebra de Sindona; y el sumario incoado por el juez Emilio Alessandrini... Tanto el informe Ambrosoli, como los del Banco de Italia, que llegaron a poder del juez Alessandrini, coincidían en el diagnóstico: el IOR estaba inextricablemente implicado en las operaciones fraudulentas del Banco Ambrosiano de Calvi, como los había estado en las operaciones equívocas de Sindona...
Abrumado por estos informes, comunicados secretamente por las autoridades italianas a mis colaboradores seguros para que pudiéramos encontrar ante todos la mejor solución, antes de que la prensa mundial se nos echara encima y organizase uno de los grandes escándalos de la Historia, recordé a Caprio una reciente conversación del cardenal Silvio Oddi con los directivos del IOR. El cardenal acababa de abrir en el IOR varias cuentas importantes que provenían de aportaciones de diversos santuarios y dijo a Luigi Mennini en presencia del presidente del IOR (Paul Marzinkus): «Cuidado con los dólares, no nos ocurra como a Sindona». Oddi le contó extrañado la respuesta de los banqueros del Vaticano: «Con Sindona sólo obtuvimos beneficios». Esta era, por lo visto, la justificación oficial de Marzinkus, que reaccionaba como un banquero, y no como un prelado de la Iglesia, ante el escándalo que ya se cernía sobre nosotros.

Caprio predice que el escándalo saltará inevitablemente a la prensa mundial, dentro de pocas semanas...
Por eso me resulta intolerable que una alucinación especulativa de dos o tres personajes esté a punto de arrojar sobre nosotros toda una cloaca de acusaciones y trampas, en buena parte por nuestra culpa. El único remedio tiene que ser la luz a raudales, la claridad informativa, el reconocimiento de nuestros errores. Y en un plano técnico la unificación rigurosa de nuestras administraciones, previo el apartamiento fulminante de quienes nos han llevado a tan triste y absurda situación.

Pido a Caprio que consulte a nuestros amigos de la administración y la justicia italiana; en pago por su gesto de amistad y cooperación, sobre la conveniencia de que yo me adelante al vertido de esa cloaca con una declaración solemne y concreta, dando la cara ante todo el mundo, y pidiendo ayuda a todos para sacar a la Iglesia de este mal paso. Esto siento que debo hacerlo no más tarde de la semana próxima. Todo el mundo sabe que a mí personalmente no me alcanza una brizna de este escándalo. Precisamente por eso voy a hacerme responsable ante el mundo entero, en un gesto supremo de solidaridad con la propia Iglesia de Cristo. Y todo se resolverá, estoy seguro, como una aparatosa tormenta de otoño. Ya ha corrido, entre el primer cieno, la primera sangre y hay que evitar, junto a la avalancha, el torrente.

Esta noche, sin embargo, mi firme decisión no ahuyenta, como otras veces, a la opresión que no ha dejado de atenazarme en toda la jornada. Es igual. Porque mi paz interior desborda a esa opresión agravada. Y me deja abierto claramente el camino, sin esperar a la mañana.

EPÍLOGO
¿Fueron causas naturales las que produjeron la muerte de Albino Luciani, o el producto de una siniestra conspiración concluida en bochornoso asesinato?
Ha quedado en evidencia que Juan Pablo I tenía hombres de confianza trabajando para él en el esclarecimiento de las interminables irregularidades financieras protagonizadas por personajes del Vaticano conectados a miembros de la Mafia y la Masonería. Uno de esos hombres leales al Sumo Pontífice, era Aldo Manucio, oportunamente asesinado en Venecia, el cual, antes de su muerte, había pronunciado unas palabras altamente reveladoras:
Estoy acosado. Que sepa el jefe que corre tanto peligro como yo. Están desesperados y van d atacar esta misma semana. Cuando mencionaba al JEFE, ¿estaba Manucio refiriéndose a Juan Pablo I?, ¿estaba advirtiéndole de que la conspiración para asesinarle era todo un hecho?
¿Por qué, de ser cierto que su Santidad manifestó molestias la noche de su muerte, nadie se quedó velándole? Máxime si se tiene en cuenta que, en idénticas circunstancias, no se había abandonado a la soledad a otros pontífices.

Albino Luciani había hablado el lunes, 25 de septiembre, trigésimo día de su pontificado de... el único remedio tiene que ser la luz a raudales, la claridad informativa, el reconocimiento de nuestros errores. Y en un plano técnico la unificación rigurosa de nuestras administraciones, previo el APARTAMIENTO FULMINANTE DE QUIENES nos han llevado a tan triste y absurda situación. Si Juan Pablo I llevaba a la práctica tales planteamientos, y parecía irrevocablemente decidido a hacerlo, ¿qué hubiese significado la valentía y sinceridad del pontífice para Calvi y, sobre todo, para Paul Marzinkus, el aciago protagonista de las finanzas vaticanas?

Ni Mario Puzzo ni Francis Ford Coppola, escritor y productor uno y otro de «El Padrino III», se han mostrado en absoluto ruborosos a la hora de evidenciar en la película protagonizada por Al Pacino (en el cual Raf Vallone interpreta el papel de Albino Luciani), que la desaparición de Juan Pablo I se debió a un execrable asesinato. Y tampoco se molestan en esconder el dedo acusador de ambos apuntando como a uno de los principales miembros de la criminal conspiración, al arzobispo Paul Marzinkus.

Por triste que se nos antoje queda clara, demasiado clara, la implicación de Marzinkus en el conciliábulo conspiratorio. Porque Marzinkus jamás pasó de ser uno de esos personajes zafios, retorcidos y siniestros, muy capaces de enmendarle la papeleta al propio Jesucristo si éste decidiera volver por segunda vez al mundo.
¿Y Calvi, Roberto Calvi? Amenazó, para escapar a la ruina que le desbordaba y las consecuencias de ésta, con revelar los muchos secretos de que era poseedor... entre ellos el relacionado con la muerte del papa Luciani?

Demasiadas incógnitas y ni una sola respuesta concreta. Hipótesis, conjeturas, teorías, posibilidades... Todo ello, barajado, se resume en el hecho de que el súbito fallecimiento de Juan Pablo I, a los treinta y tres días de su exaltación al solio pontificio, siga siendo uno de los grandes enigmas de la historia del presente siglo.

LA MISTERIOSA MUERTE DE JUAN PABLO I (Albino Luciani, el Papa de los 33 días)Pablo VI

Reproduzco en estas páginas, el relato que el profesor Jeremy Taylor hace en su libro “Enigmas de la Historia” en relación a la misteriosa muerte de Albino Luciani (Juan Pablo I).
Juan Pablo I
No hemos sido llamados —ni tan siquiera nos anima ese propósito— a establecer juicios de valor sobre el modus operandi de la Iglesia Católica, como institución, entre otras razones porque reconocemos implícitamente nuestras limitaciones y de que otros, más documentados y calificados, lo hacen, sirviéndose de rigores y apreciaciones más o menos estrictos, y en función de la propia ética y/o razón.

De todas formas no nos produce el más mínimo rubor asegurar que desde nuestra óptica personal consideramos que la Iglesia —siempre como institución— se nos antoja el poder fáctico por antonomasia, y también un organismo oscuro, complejo, inquietante, inexpugnable —aunque en la actualidad ya no lo sea tanto—, contraventor descarado de sus propios dogmas, reaccionario de acuerdo con sus estrictas necesidades, que lleva cientos de años permitiéndose la libertad —que le otorga su propia patente de corso— de insultar la inteligencia humana, cuando no de manipularla con el más sublime de los cinismos. Pero pensamos al mismo tiempo que todo ello es fruto del simple y elemental hecho de estar compuesta y dirigida por hombres; hombres de hábitos, rojos, blancos o negros, ¡qué más da!, pero hombres al fin y a la postre.

Hombres en cuya intimidad —no todos, pero sí muchos — se gestan idénticas debilidades y flaquezas (a las que luego sucumben) que en los demás humanos. Hombres asequibles a la ambición, al protagonismo personal y/o político, al egocentrismo, a la hoy denominada «erótica del poder», a la melodía financiera... A todas esas lindezas terrenales que cautivan a los hombres independientemente de calzarse sotana o pantalones.
Pero al margen de las opiniones arriesgadas, que son nuestras —y tenemos la certeza de que ampliamente compartidas—, y como tales opiniones merecen de entrada el respeto (al margen de la aprobación o censura, según criterios) que se debe a todo punto de vista expresado con nobleza, de forma abierta y sin doblez... Al margen de todo esto, decíamos, seguimos insistiendo en inhibirnos a críticas, elogios o mayores juicios de valor acerca de los aciertos e imperfecciones que jalonan la historia de la Iglesia, centrándonos en el hecho concreto de exponer y comentar uno de los sucesos más extraños y confusos en que se ha visto envuelta esa institución religiosa (¿) en su contemporáneo devenir: la muerte de Juan Pablo I.

Como no estamos en poder de elementos objetivos —ni tan siquiera subjetivos— con que alimentar, en principio, teorías, posibilidades, hipótesis o especulaciones, nos ceñiremos a los textos de un famoso y creíble historiador, Ricardo de la Cierva, y más concretamente al prólogo de su obra, Diario secreto de Juan Pablo I, del que extraeremos algunos fragmentos; significativos fragmentos, que algunos podrán considerar altamente reveladores, mientras que a otros puede que los suma todavía más en la vorágine inconcreta y alucinante que rodeó —y rodea— la desaparición de Albino Luciani:

A las siete cuarenta de la mañana del sábado 29 de septiembre de 1978 saltaron casi al unísono, desde una emisora romana a los teletipos de todo el mundo, el estupor y la mentira. El estupor ante la noticia más inesperada que cabía imaginar: la muerte del papa Juan Pablo I cuando se acababan de cumplir los treinta y tres días de su pontificado; era la primera vez, en siglos, que un papa moría solo en su dormitorio. Pero el estupor nació, envuelto en la mentira. En virtud de acuerdos que nunca se revelaron, todo el mundo se puso a mentir sobre la muerte del papa. Personas de proximidad, responsabilidad y rango semejantes comunicaron, desde los primeros instantes del estupor y durante los días, semanas y meses siguientes, hasta la actualidad, informaciones divergentes y aún contradictorias. Una monja de la pequeña comunidad que cuidaba al papa declaró que el cadáver fue descubierto por el secretario irlandés; luego dijo que fue ella misma. Nadie reveló entonces indisposición alguna del papa en vísperas de su muerte; pero diez años después, el secretario irlandés, ya obispo, se acuerda de un extraño dolor de cabeza, mientras el secretario italiano, que estaba también presente en aquel momento, explica que el papa sintió tan aguda opresión en el pecho que hubo de apoyarse en la pared. Ante una indisposición menor del papa Pablo VI, a quien también había servido, el secretario irlandés, según él mismo refiere, se pasó toda la noche velando el sueño de aquel pontífice; pero no se le ocurrió hacer lo mismo durante la postrera noche de Juan Pablo I. Todos los testigos afirman que el Papa, al morir, aferraba unos misteriosos papeles, pero nadie dice cuáles. La monja, y Radio Vaticana, dijeron al principio que se trataba de la «Imitación de Cristo», libro predilecto de Juan Pablo..., que según otros testigos ni se hallaba en el dormitorio papal; un biógrafo piadoso afirma que los papeles eran un borrador para la breve alocución del domingo siguiente después del ángelus; un cardenal testigo cree que se trataba de una homilía veneciana del Papa que quería adaptar en Roma; otros creen estar seguros de que era el discurso ultimátum que Juan Pablo I estaba a punto de dirigir a los jesuítas para volverlos al buen camino; otros aluden a ciertas listas y secretos proyectos.

Existen pruebas claras de varias preocupaciones gravísimas del papa Luciani sobre los problemas financieros de la Santa Sede durante aquellos últimos años, y sobre su disconformidad con determinados dignatarios de la curia romana y de la Iglesia universal, de quienes había completado y perfilado su ya excelente información anterior a lo largo de sus treinta y tres días de pontificado; pero un cualificado testigo jesuíta, amigo personal del papa, se atreve a mentir rotundamente cuando afirma: «No se había ocupado de finanzas ni de nombramientos». Por el contrario, consta su absorbente preocupación por uno y otro problema hasta unas horas antes de su muerte solitaria y secreta. Había decidido y promulgado, durante los treinta y tres días, nombramientos muy importantes y significativos; poseía ideas muy claras sobre la equívoca situación financiera de la Santa Sede —a punto de reventar— y prácticamente había anunciado con firmeza y claridad que estaba a punto de tomar decisiones de suma importancia para el gobierno de la Iglesia en cuanto completase la exhaustiva información que ya tenía muy avanzada en varios campos..., que como sabía muy bien eran campos de minas. Sobre su salud corrieron versiones igualmente contradictorias: excelente para unos, desastrosa para otros...

Antes de proseguir queremos dedicar un breve inciso a un hecho que puede considerarse importante. Parece ser que Albino Luciani, siendo todavía cardenal de Venecia, tuvo una premonición acerca de su muerte. Fue en el invierno anterior a su elección como Sumo pontífice cuando, desde su cátedra de San Marcos, durante la homilía de la Natividad, dijo textualmente: «Que tengamos todos un feliz año 1978, o al menos los meses que Dios nos conceda de él».
Al día siguiente toda Venecia comentaba el significado, entre misterioso y esotérico, de aquellas palabras del cardenal Luciani.
Seguidamente y como suele decirse en el argot periodístico, vamos a aportar y transcribir un grupo de «sueltos», muchos de ellos posteriores a la muerte de Juan
Pablo I, en los que se citan una serie de sucesos y nombres que, más tarde, al reencontrarnos con lo que podríamos llamar hilo cronológico (que se interrumpe en el presente apartado) de este cuaderno-crónica, veremos mencionados en uno de los pasajes del Diario Secreto de Albino Luciani, sacado a la luz merced a los excelentes servicios del historiador Ricardo de la Cierva.

«El viernes 18 de junio de 1982, Anthony Huntley, un empleado de Fleet Street, se dirigía a su trabajo recorriendo la margen del río Támesis en Londres. Al echar una ojeada sobre el parapeto, vio, entre las sombras del puente de Blackfriars, el cuerpo sin vida de un hombre de mediana edad colgado de un andamio, a pocos pasos de distancia.
Roberto Calvi
 A las ocho de la mañana, media hora después del macabro descubrimiento, los policías desataron los dos nudos dobles que unían al andamio la cuerda de un metro de longitud y depositaron el cuerpo en una lancha. Los policías sacaron seis ladrillos de los bolsillos del cadáver que yacía ahora en el muelle de Waterloo, y un ladrillo más del interior de los pantalones. Nada sugería juego sucio. El cuerpo no presentaba heridas y ni la actitud ni la situación del cadáver daban motivos para levantar sospechas.
Emprendieron la tarea de identificar al suicida. El ligero y elegante traje gris fabricado en Milán indicaba que podía tratarse de un hombre de negocios extranjero.
Dos costosos relojes Patek Philippe reforzaban esta teoría, que fue confirmada cuando descubrieron que el muerto llevaba encima casi 7,400 libras. La suma estaba compuesta por dólares americanos y francos suizos, además de 47 libras esterlinas y el equivalente a veinticuatro en liras italianas. Faltaba la página "F" de su agenda, que apareció arrugada en el bolsillo del pantalón.
En ella figuraban una serie de conocidos nombres italianos. Como se supo más tarde, muchos de aquellos nombres pertenecían a personajes influyentes y poderosos como Rino Fórmica, ministro de finanzas, y Albert Ferrari, miembro de la Logia masónica conocida como P2 (Propaganda 2). En el bolsillo interior de la americana del muerto estaba el pasaporte. Se trataba de un italiano: el señor Gian Roberto Calvini, más conocido por Roberto Calvi».
«La caída y muerte de Roberto Calvi siguió a un ascenso espectacular en los ambientes italianos del poder.
Como le consumía la ambición, se introdujo en una enmarañada trama financiera extendida a través del globo, donde se enredaron muy ilustres personalidades. Aunque en muchos aspectos, el caso sigue siendo un misterio, lo que se ha llegado a saber parece una espeluznante historia de terror al más puro estilo cinematográfico. Dentro de ella aparece la extraña implicación que Calvi trató de crear en torno a la Banca Vaticana, o IOR. La historia comenzó en los años sesenta, cuando el banquero Michele Sindona se relacionó con el arzobispo Montini de Milán.

En 1963 Montini fue elegido papa con el nombre de Pablo VI. Sindona intervino en asuntos relacionados directamente con las finanzas del Vaticano y estableció una fuerte amistad con su dirigente, el arzobispo Marzinkus. Sindona era miembro de la masonería y un cargo importante de la Logia P2.
Pablo VI
Calvi y Marzinkus se conocieron a través de Sindona, comenzando así la fatídica relación entre el IOR y el Banco Ambrosiano. En 1974 quebró el banco de Sindona en Milán, cuando había depositados en él VEINTISÉIS MILLONES DE DOLARES PROPIEDAD DEL VATICANO. A continuación se produjo la quiebra del banco de Nueva York. En el momento de la muerte del papa Pablo VI, las finanzas del Vaticano atravesaban por un momento delicadísimo.
Las pérdidas sufridas por el Vaticano tras su relación con Sindona se estiman en un valor comprendido entre los TREINTA y los TRESCIENTOS millones de dólares, aunque el obispo Marzinkus insistió en que, si se tomaban en cuenta los resultados de su asociación anterior con Sindona, el balance arrojaba unos beneficios increíbles.

En los años setenta se estrecharon las relaciones entre el Banco Ambrosiano y la Banca Vaticana, llegando Calvi a la presidencia del Ambrosiano en 1975, poniendo de inmediato en marcha la expansión de la entidad bancaria, uniendo el patronazgo de Sindona a su propia experiencia financiera. Cuando quiebra el banco de Sindona, el Ambrosiano evita lo peor del escándalo.
Aprovechándose del prestigio de la Iglesia para dar credibilidad a sus resultados, Calvi se sitúa al frente de la mayor banca privada italiana. Es en esta época cuando entra a formar parte de la P2 y llega a tesorero bajo el control de Sindona y Licio Gelli, Gran Maestre de la P2.
Calvi deseaba asegurarse el acceso a sumas elevadas en metálico sin levantar las sospechas de las autoridades italianas o de sus propios empleados. Consiguió eludir su detección fundando un banco subsidiario en Luxemburgo, lejos de los ojos inquisidores del Banco de Italia. La Banca Vaticana recuperó VEINTE MILLONES de dólares de los que, en otras operaciones, Calvi había derrochado.
Al mismo tiempo, éste aumentó su participación accionarial en el Banco Ambrosiano hasta un 20%, aunque, al hacerlo, actuaba en contra de las reglas del propio banco. La opinión pública estaba admirada por el auge experimentado por el banco bajo la dirección de su presidente, Roberto Calvi. En los Consejos de Administración su palabra era ley. La autoridad de Calvi no se cuestionó hasta casi el momento de su muerte. El estilo retórico que empleaba durante las reuniones era comparable al sermón de un predicador. Las hojas de balance del Banco Ambrosiano iban encabezadas con la frase: Demos gracias a Dios.

A través del banco subsidiario de Luxemburgo, Calvi llegó a disfrazar sumas enormes tras la «fachada» de compañías en América Central y en Sudamérica. Este dinero aparecía en forma de préstamos de bancos europeos, incluido el Midland y el National Westminster Bank. Aquellas sumas se canalizaban a través de Luxemburgo y de unas compañías fantasmas en Panamá, vía Nassau, en Las Bahamas, y en Lima, Perú. No parece nada seguro que el Vaticano conociese el destino final de su dinero. Lo cierto es que el IOR sabía que los préstamos no existían. El arzobispo Marzinkus formaba parte del Consejo de Administración del Banco Ambrosiano de Nassau —quizá para reforzar aquella frase tan suya de que: No se puede dirigir un banco a base de Avemarías— lo que hace pensar que quizás él sí lo sabía, aunque el modo de administrar de Calvi, a veces con carta blanca para todo, hace dudar de la transparencia informativa.

Algunas empresas de Panamá eran supervisadas personalmente por el arzobispo Marzinkus en 1981, como consta en dos cartas a compañías interpuestas. Estas «cartas de aliento» se empleaban para acentuar la reputación de las compañías y asegurarse futuros préstamos, aunque el Vaticano no reconocía su responsabilidad en caso de pérdidas. Este dinero desapareció justamente antes de la quiebra del banco Ambrosiano. La suma alcanzaba un valor total de OCHOCIENTOS MILLONES de libras esterlinas, de las que una gran parte no se ha recuperado. Se desconoce el destino del dinero o la identidad del «hombre de paja» de Calvi.
Licio Gelli

Ciertas teorías indican que la P2, con Gelli a la cabeza, empleaba el dinero para financiar varios proyectos relacionados con la guerra. Entre ellos, el apoyo a ciertos regímenes militares de tendencia derechista, como los de Perú, Paraguay, Uruguay y la «contra» nicaragüense. Otras teorías apuntan a que parte de esa suma se usó para ayudar al ejército argentino durante la guerra de las Malvinas.

De 1970 a 1980, Calvi edificó un imperio cuajado de trampas y fraudes que terminó por destruir a su propio arquitecto. Sus contactos a alto nivel, tanto con el Vaticano como con la Masonería, indican que conocía muchos secretos en el campo de la vida eclesiástica y política italiana. Fue inevitable que empezara a ganarse enemigos.
El primero de ellos y uno de los más poderosos, fue Michele Sindona, precisamente «el padrino» que le introdujo en los ambientes del poder.»

BREVE DICCIONARIO ACLARATORIO
(sobre nombres y entidades aparecidos en este resumen)
BANCO AMBROSIANO — Fundado por el sacerdote italiano Monseñor Giuseppe Tovini el 27 de agosto de 1894. Tenía el propósito de utilizarse como contrapeso de la gran banca «laica», es decir, de la que se encontraba en manos de la Masonería. Tovini dio a su banco el nombre de San Ambrosio, el santo arzobispo de Milán que en el siglo IV luchó con denuedo por la libertad de la Iglesia Católica frente a las interferencias del poder secular. Pronto se le conoció como «el banco de los curas». En los orígenes, y durante su larga historia, su situación era muy distinta de aquella a la que le llevó Roberto Calvi con sus conexiones con la Masonería.

BANCO/A ITALIANA — El Vaticano, como Estado soberano que es, tiene su propia bandera, moneda, pasaporte y funcionariado, así como un reducido territorio en Roma. De los asuntos financieros se encarga el IOR (Instituto para las Obras Religiosas), cuya precaria situación es de todos conocida. El IOR resultó involucrado, a través del que fuera su presidente, el arzobispo Marzinkus, por las relaciones financieras mantenidas con Roberto Calvi, Michele Sindona y Licio Gelli. El IOR se asoció directamente al banco Ambrosiano de Calvi con 1,6% del accionariado y también indirectamente a través de la propiedad de sociedades interpuestas. Calvi usó al IOR como escudo de sus actividades delictivas. Las sospechas de ilegalidad disminuyeron cuando Marzinkus, en 1981, declaró que el
Banco Ambrosiano era «una inversión excelente». Al quebrar dicho banco, el IOR resultó implicado en el escándalo. Posteriormente declinó toda responsabilidad en el pago de la deuda contraída con los acreedores, que alcanzaba la suma de CIENTO SESENTA Y CUATRO MILLONES de libras esterlinas.

GELLI, LICIO («el organizador») — Fue el desafortunado Gran Maestre de la Logia Masónica P2, actualmente disuelta. Militó durante la guerra junto al fascismo, pero cambió de partido justamente antes de que aquella terminase, con el fin de salvar el pellejo. En los años cincuenta amasó una fortuna considerable vendiendo armas a los argentinos. Junto con Calvi y Sindona fue uno de los asesores financieros del Vaticano a lo largo de los setenta.

IOR — Instituto de le Opere di Religione (Instituto para las Obras Religiosas).

MARZINKUS, PAUL — Arzobispo estadounidense, nacido en Chicago. Fue presidente de la IOR a partir de 1971. Actualmente está retirado. Se dice que salvó la vida de Pablo VI en el intento de asesinato que éste sufrió en Filipinas. Sin embargo Marzinkus fue conocido por las relaciones con banqueros del tipo de Calvi, y por los escándalos que siguieron. Mientras duró su asociación con Calvi, Sindona y Gelli, el Vaticano perdió cientos de millones en libras. En 1987, Marzinkus recibió una orden de arresto de la Magistratura italiana por fraude bancario, aunque el tema fue sobreseído al disfrutar de inmunidad diplomática como miembro del Estado Vaticano.

SINDONA, MICHELE — Siciliano, convicto de estafa y asesinato, era miembro de la P2 y antiguo amigo y protector de Roberto Calvi. Aunque a nivel internacional era tenido por un banquero respetable, actuaba también para la Mafia como blanqueador de dinero. Conocido de Pablo VI, el Vaticano le encargó algunas de sus inversiones y él fue quien presentó a Roberto Calvi al arzobispo Marzinkus. Su falso secuestro en 1979 condujo al descubrimiento de una lista de nombres de la P2 en casa de su amigo Licio Gelli. En 1980 se confesó culpable de fraude y perjurio ante un tribunal de Nueva York. Internado en la cárcel italiana de alta seguridad de Volgera, tuvo el misterioso final que sufrieron otros muchos miembros de la P2. Aparentemente se suicidó con una taza de café en la que había vertido cianuro sódico.
La mayoría opina que fue asesinado para cerrarle la boca. Empezaba entonces a cumplir una condena de cadena perpetua por asesinato.

Fuente: Enigmas de la historia, Jeremy Taylor

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